La fuente se ha secado...

Existe un bolero, triste y melancólico donde los haya, que relata con pena y nostalgia que "el camino verde que por el valle se pierde" ya no es el mismo desde que el ser querido se ha ido.

También ese camino conduce a una ermita (que curioso dado la cantidad de martxas o rutas de montaña que pasan por ellas, cuando no es el fin de las mismas, en ocasiones, un recorrido a través de ellas) y en su derrota, diversos elementos naturales ya no vuelven a ser los mismos desde la ausencia de esa persona.

Las margaritas lloran de pena y las azucenas están marchitas...

En la encina, el infeliz, graba los nombres: sus nombres, al mismo tiempo que llora.

En medio de esta desazón, tristeza y melancolía se produce una comparación a ese estado del ánimo que la canción la repite dos veces: "La fuente se ha secado."

En el ámbito rural la Fuente lo es todo. Lugar donde saciar la sed, lugar de reunión, lugar de vida y magia. No es de extrañar que los comienzos de las cosas o los orígenes de los conocimientos se llamen fuentes.

Hoy día parece que todo esto es tiempo del pasado, de recuerdos de un antiguo bolero.

En pleno verano, en agosto y desde hace tiempo, esta fuente se ha secado.

Se encuentra en una céntrica plaza de cierta localidad serrana. Y no fluye agua por sus cuatro caños, al parecer por una avería. Mejor hubiera sido que su causa estuviera en la sequía, nos serviría dicho motivo como ejercicio de resignación.

Pero la razón por el que no mana agua, tal y como me indican,  es por "una avería".

Avería que impide que se de un trago de agua, que la chavalería se salpique, que los mayores se mojen las "muñecas" antes de beber, que las avispas se acerquen y que los rosales estén más bonitos.

Podrá ser una avería muy importante, pero mal camino llevamos (como el del bolero) si ante una fuente seca, en una céntrica plaza y en verano, no se adoptan las medidas necesarias para su reparación.

¿Será que en los tiempos actuales las fuentes son prescindibles?. Sí así fuese que tristeza.



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