jueves, 5 de enero de 2012

Los últimos osos del País Vasco.


Hubo una época, no muy lejana en el tiempo, en la que en nuestros montes vivían animales salvajes, principalmente mamíferos y aves, que con el tiempo, los hemos hecho desaparecer por distintos motivos y medios. Entre estos animales estaba el oso. Era frecuente encontrarse con el entrañable “artza”, en los montes de la Rioja, en Urbasa, en Aralar, en Gorbeia, en las Encartaciones y por supuesto, en el Pirineo y sus montes aledaños. 
Pero cuales han sido las causas de su extinción. Solo hay una y solo una: el Hombre, y cuando me refiero al Hombre lo hago como tal, no le diferencio del ganadero que ve peligrar sus ovejas por culpa del oso, o del cazador aficionado para poder tener su trofeo, o del furtivo para poder vender su carne y su piel, o del simple ciudadano que tenía miedo a pasear por el monte en presencia del plantígrado, o de los que talaban bosques, o que roturan montes para construir viviendas, o levantaban caminos que luego fueron carreteras, o los que trazaron líneas eléctricas, o pantanos, o pistas de esquí, o realizaban excursiones montañeras, pues el oso necesita tranquilidad.
Al oso vasco en particular y al oso europeo occidental en general, lo ha exterminado o casi exterminado el hombre, un animal más fuerte que él, y que le hizo desaparecer por las causas señaladas, amparándose en todo momento en normas, costumbres, usos y leyes. Y así, remontándonos a nuestra historia tenemos que en los Fueros de Navarra del siglo XIII, se establecían que “ningún villano non debe cazar ninguna caza sacando contocho, salvo fieras, como puerco montés, ó onso, ó corzo”,y épocas muy recientes y por recientes me refiero la última mitad del siglo XX muchas Administraciones públicas, sobre todo municipales, premiaban la capturas de “alimañas”, entendidas estas no solo a los zorros o tejones o garduños, sino también se incluían, a los lobos, rapaces, e incluso osos y linces, y no debemos de olvidar el daño irreparable que hacen los actuales planes urbanísticos de construcción de viviendas vacacionales, de pistas de esquí o de pantanos necesarios para tener agua y luz en nuestros hogares. Todo ello, como he dicho, refrendado por leyes y costumbres aprobados en detrimento de la vida salvaje. 
Pero que referencia tenemos del oso en nuestra tierra. El principal texto en la Edad Media sobre la distribución de los animales salvajes que poblaban la península es el “Libro de Montería”, escrito a mediados del siglo XIV por encargo del rey de Castilla Alfonso XI “El Batallador”. Pero en este libro no se menciona al Reino de Navarra al no pertenecer a Castilla, ni tampoco a los actuales Territorios Históricos de Bizkaia, Alava y Gipuzkoa. Por lo tanto, debemos de acudir a otras citas literarias y la primera nota que encontramos es la del rey Sancho IV de Navarra, que cazó osos en los bosques de Peñalén, en la confluencia de los ríos Arga y Aragón.  
Hoy en día se habla de las poblaciones pirenaica y cantábrica, como las dos que en la actualidad existen en la península ibérica, pero en el pasado y al menos hasta los siglos XVII y XVIII las mismas se unían a través de los montes de Gorbeia, Elgea, Aralar y Urbasa. Pero vamos a dejar para otro momento a los osos del Pirineo vasco y nos centramos en la extinta población de los denominados Montes Vascos. 
A partir de los siglos citados tenemos bastantes datos obtenidos de los archivos municipales, y entre los años 1579 y 1608 en Ordizia, Amezketa  y Albatzisketa, se pagaron recompensas por la muerte de 19 osos, aparte de 8 lobos. Cifra bastante abundante, pero esto no quiere decir que se cazarían muchos más que los reflejados, pues era muy normal que si un ayuntamiento pagaba por el exterminio de alimañas, y los osos tenían esa consideración como hemos visto, es por que estos estaban haciendo en ese momento daños a los vecinos, por lo si no se producían ataques frecuentes no se pagaba indemnizaciones o premios, hay que tener en cuenta la penuria económica de muchos de las haciendas locales en esos siglos. 
En 1658, comenta Serapio Mugika, los vecinos de Ormaiztegi y Gabiria discutieron seriamente acerca del derecho de carne y piel de un oso que entre todos habían cazado, disputas estas que eran muy frecuentes entre los distintos vecinos de los municipios o barrios donde se abatía el oso, como veremos luego un caso, ya que lo normal era que cuando se divisaba uno se dejaba toda actividad agrícola-ganadera y se organizaba una partida de caza a modo de “auzolan”. Años más tarde, en 1735, esta documentada la captura de un oso en Zaldibia.


Oso pardo expuesto en el Museo de Orozko y obtenido en una sima de Itxina.

En el siglo XVI, se recoge en el manual “Fauna de Aralar”, que los pueblos que componían la llamada “Unión de Aralar”, acordaron premiar a las personas que matasen un oso con seis ducados, y con dos ducados al que presentase un lobo muerto. En Ordizia, en el año 1776, en el patio del palacio del Marques de Velmadiano, se expuso al público la piel de un oso que se mató en Aralar, que pesó sin dicha piel, 87 kilos. 
Al sur de Araba, en la Sierra de Cantabria, entre los años 1562 y 1700, se cazaron 94 osos adultos y 22 crías. La presencia del plantígrado era muy frecuente también en los montes de Izki y Apellaniz, así como en la Sierra de Urbasa. Podemos decir que a finales del XVIII existía un núcleo más o menos diseminado que se extendía por los montes navarros de Aralar, Urbasa y Andia que en dirección norte se dirigía hasta el Baztan, donde se unían con las poblaciones del Pirineo. 
En el Baztan, en concreto en un maizal de Erratzu, a principios del siglo XX, se cazó  el último ejemplar que se tiene constancia en este valle de Nafarroa. 
En Bizkaia y así lo recoge Juantxi Sarasketa en un bonito artículo publicado recientemente en la revista “Jara y Sedal” en el año 1668, las Juntas del Valle de Carranza entregaron  200 reales a un cazador de osos. En 1685 se pagaron 250 reales por los daños producidos por los osos. En 1782 en Arrigorriaga aparece escrito como, por falta de estímulo de los vecinos, iban en aumento los animales salvajes, y se estableció un premio de 75 reales de vellón para quien matara un oso, 40 si era cachorro y 4 si era cría. Igualmente las anteiglesias de San Miguel de Basauri, Zarátamo, Miravalles, Oquendo, Arrancudiaga, Abando y Baracaldo establecieron premios por la caza de los osos”. 
Siguiendo este orden cronológico, tenemos que a principios del XIX todavía encontramos osos en Gorbeia, siendo capturado uno por vecinos de Orozko en 1819. Poco más tarde desaparecieron en la Sierra Salvada y en Gibado, recogiéndose como últimos ejemplares alaveses los cazados en Urgoiti en la década de los años treinta del XIX.

También a principios de ese siglo se cazó el último oso gipuzkoano, en concreto en Antzuola, si bien se especuló durante mucho tiempo la posibilidad de que fuese un oso escapado de unos “titiriteros”. 
Pero donde se cazaron los últimos osos de Bizkaia, dejando de un lado el de Orozko, fue en Karrantza y en Mañaria. Osos estos, de los que tenemos abundante información. En el primer caso por un enfrentamiento entre los vecinos por los derechos económicos de su caza y en el segundo por su repercusión mediática y el hecho de estar disecado y expuesto en la Casa del Parque Natural de Urkiola. 
Referente al oso del Valle de Karrantza este fue cazado el 4 de septiembre de 1816, escribiendo el periodista Julián Echevarria “Camarón” en la prensa de Bilbao, hacia el año 1974 y en un fascículo sobre este valle encartado, el siguiente artículo titulado “Un oso en Lanzas Agudas” que, salvo algunas líneas, paso a reproducir íntegramente: 
“Aquella mañana del 4 de septiembre del año 1816, el susto fue morrocotudo para el vecino de Lanzas Agudas (valle de Carranza) José de Pando que se precipitó en su casa alertando a su hermano Francisco:
  • Un oso, un oso…
  • ¿Dónde?
  • En nuestro colmenar.
Los dos hermanos descolgaron de la pared de la cocina sus escopetas y salieron a dar caza al plantígrado que, quieto en el colmenar, goloso hocicaba sin hartarse en rico panal. (…).
Sonaron dos escopetazos. Los Pando tiraban a dar al intruso que huyó gruñendo y que dejaba rastros de sangre hasta el rio Peñaranda.
Calculando que necesitan ayuda, ambos cazadores encomendaron a un chico de 14 años que avisases al vecino de Bernales, puntualizándole…<que vengan a rastrear y perseguir a un oso>.
  • A perseguir ¿Qué?- preguntó el chico.
  • Un oso.
El nombre de la fiera precipitó la carrera del muchacho que iba poniendo vibración entre los vecinos de Pando y Bernales, que formando dos partidas armadas salieron en auxilio de los vecinos de Lanzas Agudas. En estos trámites se invirtió aproximadamente una hora.
Mientras tanto, los que esperaban la ayuda solicitada, no pudiendo contener su impaciencia, decidieron adentrarse en el monte, dejando apostados a dos amigos que señalasen a ambas partidas armadas el camino de la batida. Habían convenido no acosar a la fiera a fin de evitar que se volviera y les acometiese, y formar un frente lineal para no herirse mutuamente.
Por las trazas frescas que siguieron, en el arroyo de los Cobios, a eso de media legua de Lanzas Agudas, descubrieron echado y desangrándose al peludo. Unos cuantos disparos lo remataban. Habían cobrado un oso mayor.
Cuando los vecinos de Pando y de Bernales se personaron en el lugar de la batida, los cazadores de Lanzas Agudas bajaban el oso a hombros.
Esta caza planteó  enseguida animada causa judicial en orden al derecho a participar en el importe de la venta de unto y del pellejo del plantígrado que se hacía ascender a 5.000 o más reales. Más los premios concedidos por la Diputación General del Señorío y de otros pueblos inmediatos al de esta caza.
Pleiteaban don José de la Torre, Regidor Capitular del valle de Crianza y vecino del lugar de Ramales, y los vecinos del lugar de Pando contra los de Lanzas Agudas. (…)
La parte demandante aducía que, avisados para la persecución del oso, concurrieron en cuanto recibieron el aviso, abandonando sus labores y que no consistió en ellos el haberse hallado ausentes en el acto de matar a la fiera. Que si solo aprovechase el producto de la caza únicamnete a los que estuviesen presentes en la muerte del animal, nadie concurriría  y sería por lo mismo difícil o casi imposible extirpar semejantes bichos nocivos al bien general, y no habría armonía entre los pueblos y se despreciarían los avisos que mutuamente se pasasen.
Por los testigos llamados a declarar por ambas partes litigantes, nos enteramos que había la costumbre de avisarse los pueblos de Lanzas Agudas, Pando y Bernales cuando los montes del valle de Carranza eran frecuentados por osos, dos de los cuales se mataron repartiéndose el importe  de lo obtenido entre los vecinos de los tres lugares. Un vecino de Aldeacueva (otro barrio del valle) declaró que años antes cobraron dos osos grandes cuya manteca y despojos se repartieron entre los vecinos de dicha localidad y los de los otros tres lugares citados.
Otra prueba testifical afirmo que en Pando también aparecieron lobos que eran batidos por los vecinos de los tres lugares, a causa de que por sí solos cada lugar no se bastaba para la montería, y que acostumbraban a beber en comunidad el vino les libraba el Valle de Carranza.
Total, que se falló a favor de los vecinos de Pando y Veranees, mandando a los de Lanzas Agudas que repartieran con ellos el producto del oso.
Y al procurador defensor de esta última localidad lo metieron en chirona por las deliberadas irregularidades en forma de largas que daba a la tramitación de este litigio” 
Como podemos apreciar de este artículo periodístico publicado más de siglo y medio después de los hechos y que por supuesto el autor se informaría para ello, eran frecuentes la presencia del oso en ese valle, de esta forma vemos que en poco tiempo se cazaron cinco osos, al menos en batida o montería por los habitantes del valle. Asimismo y aunque de este oso esta documentado su caza, sobre todo por el pleito que le siguió, esto no quiere decir que con fechas posteriores se cazasen otros ejemplares o se tuviese conocimiento de su presencia. Hago esta aseveración, sin riesgo de equivocarme, ya que en el limítrofe municipio burgales de Espinosa de los Monteros a finales del siglo XIX fue cazado el último ejemplar en los bosques de La Engaña. También, en el municipio cántabro y cercano a Karrantza de Arredondo y según se recoge en el artículo “Distribución histórica del osos pardo en la península ibérica” de Carlos Nores y Javier Naves, a finales del XIX aun había, aunque en escaso número, osos en el Puerto de Ansón, animales estos, que según estos autores estaban más relacionados con las poblaciones del norte de Burgos que con las de Cantabria propiamente dichas. 

 photo museocienciasnaturalesvitoria025_zps4bc76842.jpg
Oso pardo (Ursus arctos). Esqueleto completo monte Gorbea.  Museo de Ciencias
Naturales de Alava.

Hace unos años estando con una cuadrilla en Karrantza nos dirigimos a Lanzas Agudas, pues un amigo después de la guerra había tenido a una tía como maestra en ese barrio y quería conocer el lugar. Al llegar, nos encontramos con dos mujeres, una de avanzada edad y la otra de edad mediana, eran madre e hija. Nos pusimos a hablar con ellas de distintos temas y yo les saque a relucir la cacería anteriormente relatada, ambas me dijeron que no habían leído nada de ese hecho, pero la mayor nos comentó que de pequeña eran muy frecuentes las batidas de lobos y que ahora se estaban volviendo a producirse. 
Referente al último oso en Bizkaia y también en la Comunidad Autónoma Vasca, fue  cazado a finales de agosto de 1871 y tuvo lugar este hecho en el término municipal de Mañaria, en la zona conocida como Eskubaratza o Eskubara. 
El escritor y montañero vasco, Néstor Goikoetxea, publicó en su obra “Montes de Euskal Herria” el relato de la muerte del último oso de Bizkaia. Este artículo esta actualmente en la red (Mendikat) y en la revista “Pirenaica” nº 2. El citado montañero recoge lo siguiente:  
“La historia se basa en D. Evaristo de Bustintza (Kirikiño). Según cuenta la actitud del oso fue bastante pacifica hasta que en 1871 comenzó a atacar los ganados, matando ovejas del “etxe-jaun” del caserío Azkondo, Juan Cruz de Bizkarra, que resolvió desde aquel momento matarlo, como ya había hecho muchas veces con gatos monteses, tejones o zorros. Vigiló el nivel y encontró su guarida en Ezkillari. Un 20 de agosto de aquel mismo año (en realidad fue el 30 de ese mes) subió de madrugada al lugar con otros vecinos de la zona. Como cepo pusieron una cabra atada y se escondieron aguardando la aparición del plantígrado. El oso hizo su aparición y, de este modo, Azkondo, le dio muerte con un certero disparo en el ojo derecho. Eran las cuatro de la mañana y, ya muerto lo bajaron a Mañaria y de ahí a Bilbao, a la Diputación. El ejemplar pesaba ocho arrobas y ocho libras (unos 96 kilos). La carne se vendió a dos reales la libra y la piel fue donada al Instituto Vizcaíno. El ayuntamiento de Mañaria pagó a Azkondo con una onza de oro (ochenta pesetas) y diploma. De la Diputación recibió como premio once monedad de oro de a ochenta reales. En memoria del suceso se colocó una placa en el lugar”.  
Este oso una vez disecado se adscribió al departamento de Ciencias Naturales para su estudio, pero con el tiempo su situación fue empeorando teniendo que ser restaurado hace pocos años y actualmente esta expuesto en el Centro de interpretación del Parque Natural de Urkiola. 



Como podemos ver y a modo de epilogo, entre todos por el mero hecho de ser humanos hemos acabado con el oso en Euskadi/Euskal Herria, y lo que es peor es posible que nunca más vuelva por sus antiguos dominios, y como tales incluyo el único sitio donde realmente puede vivir, como es el Pirineo, a no ser que dentro del mundo vasco se cree una asociación a semejanza de la “Fundación del Oso Pardo” donde han conseguido sobre todo en el occidente de la Cordillera Cantábrica que vuelvan a ser más abundantes que hace una década y cada vez este más cercana su supervivencia.

Artículo elaborado por J.I. para su publicación en este blog.



Imprimir artículo






5 comentarios:

  1. Un trabajo exhaustivo. Gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar
  2. Un artículo transparente como el agua, me ha echo soñar con aquellas épocas. Ojalá vuelva el Oso a nuestros montes.

    Cuidate.

    ResponderEliminar
  3. Joer Tito os ha kedado un repor precioso, pensar que podriamos estar compartiendo bosques con estos seres me produce un cierto anhelo...

    nos vemos ;-P

    ResponderEliminar
  4. Patxutxín, Gotzon, Andoni: gracias por la visita y los comentarios.

    Andoni: cuando tengas en funcionamiento tu blog, pásame la dirección

    ResponderEliminar
  5. «lo que es peor es posible que nunca más vuelva por sus antiguos dominios». Sí, voto poque vuelvan media docena y se coman a todos los perros que me encuentro en el bidegorri, especialmente los que sean propiedad de los que quieren que el oso vuelva. Lo que me iba a reir.

    ResponderEliminar