Se puede decir que el sábado 15 de septiembre la berrea ya ha llegado al Parque Natural del Gorbeia. Cierto es que todavía no es intensa, pero algo se vio y oyó. En los días sucesivos se afianzará y este bello espectáculo de la Naturaleza nos seguirá dando imágenes y sonidos inolvidables.
Acudo a un lugar que me gusta sobremanera, he ido a él de manera reiterada en el transcurso de los años y a fuerza de conocerlo y considerando la querencia que estos animales, los ciervos, tienen en esta fase de su biología, no me es difícil dar con ellos.
El lugar en el que se desarrolla la berrea en el Parque natural de Gorbeia, en la zona a la que voy, está formada por campas con roble común y melojo.
Esta puede ser una imagen. Por cierto, muy parda y seca comparada con otros años.
Bellotas de roble común (Quercus robus).
Al de poco de andar veo volando esta caballito del diablo. Le miro y me dirijo donde se posa.
Con los odonatos existe, como llamarlo, una hermosa espiritualidad en muchas culturas. Las libélulas, con ese volar nervioso, cambiante, eléctrico e impredecible, ha dado que sean símbolo (en la cultura norteamericana) de la ilusión, el cambio y el espíritu salvaje. Para los japoneses es símbolo de la felicidad, de la resistencia y del valor, además de la sabiduría.
También, dentro de la armonía, implica el contacto entre los diversos mundos.
Todos hemos visto volar a las libélulas, ahora aquí y al unísono allí. Los caballitos del diablo (cuyas diferencias con la libélulas las tengo en el blog) son algo más calmadas.
He logrado que se posen en la mano o en un dedo.
He logrado que se posen en la mano o en un dedo.
Pero, en esta ocasión, bastante he tenido con acariciarla un ala y colocar el dedo índice a escasos dos centímetros de su cabeza.
Aquí las alas entre los dedos. El índice tocando el helecho donde se encuentra posada, un poco por delante.
Como venimos a ver la berrea, también se ven rastros de los protagonistas de la misma: excrementos.
Por el bosque y considerando que es pronto todavía, aprovecho a sacar una foto a esta paloma torcaz (Columba palumbus). Estaba comiendo en el suelo, por estos lares es algo dificultoso el fotografiarlas así. Luego vería más volando y en los árboles.
Otra imagen del lugar. Lo fundamental es mirar y andar suave. Está todo muy seco y se mete ruido al andar, así que hay que extremar el cuidado en este aspecto. El GPS me dio una media de 1,5 km a la hora.
Con este jabalí me paso una cosa curiosa. Estaba observando una hembra de ciervo, mejor dicho nos estábamos viendo, saqué la cámara y la fotografié (una chapuza de foto que no pongo) y se fue creando ruido. Como salia yo a un claro y considerando el ruido anterior bajé una cuestita sin extremar la precaución.
Por mi izquierda y pegado a un bosque, pero por fuera de él, subía el jabalí. A unos 30 m nos saludamos: ¡hola que tal!. En estos casos lo normal, y ante un encuentro causal, es que el jabalí salga corriendo como alma que lleva el diablo y ponga tierra de por medio. Pero nada de eso. Le miro una vez que pasa y cruza el claro por detrás mio tranquilo.
Siempre se ve algo nuevo.
Otra foto.
Ahora voy a andar por el interior del bosque.
Hoja y bellota de melojo (Quercus pyrenaica).
Una baña, usada por jabalíes y ciervos.
Apoyo la vara para que se vea hasta donde llega el rascadero, metro y medio.
Se empieza a oír en la lejanía a un macho. Sigo andando y pongo una serie de tomas.
En esta al fondo en la claridad, in situ se distinguía mejor. Veo junto a un árbol una pequeña mancha pardo-rojiza.
Tras mirar con los prismáticos me percato que es la trasera de un cérvido. Con la cámara saco con algo de aumentos.
Con todos los aumentos de la cámara.
Se mueve, me percato que es un macho. Le veo tranquilo y me muevo para sacarle alguna foto mejor.
De lado.
De frente. Son fotos con aumentos, con poca luz y sin trípode.
Se va tranquilo y ajeno a todo.
Ya está anocheciendo y miro, en la lejanía, a la Virgen de la Antigua en el Txarlazo. Esta quedando una noche rojiza con una temperatura agradable.
Ya es de noche. Se aprovecha para comer y beber algo.
Y así saco una foto a la noche. Si digo noche, a la usanza de los antiguos árabes. Estos consideraban que ya era de noche cuando teniendo dos hilos en la mano, uno blanco y otro negro, no se podrían distinguir los colores. Como no veo ni las agujas del reloj, mucho menos vería los hilos, por lo tanto ya ha llegado la noche.
La estrella que se ve es Arcturo.
La estrella que se ve es Arcturo.
Tranquilamente y entre berridos de algún ciervo, pocos todavía, pienso de una manera holística los momentos pasados esta tarde. Un odonato que me ha dejado tocarle un ala, una torcaz indiferente mientras comía, un jabalí -ver para creer- que nos miramos y cada uno por su camino, el ciervo esperando la llamada de la berrea...
Y en esta situación estoy cuando encima de la cabeza, ya de noche prieta, veo que tengo ¡una Águila y un Cisne!. Intento fotografiarlas, dan sensación de no moverse, y están además muy lejos. No tengo el trípode, difícil de todas maneras, ya que están en el cenit. Así que a pulso y jugando con el tiempo de exposición y el ISO saco esta oscura foto.
No se ve bien (eso está claro). Así que la explico un poco. Las tres estrellas forman el Triángulo de Verano, formada por Deneb (cola en árabe), Vega y Altair.
En las latitudes meridionales tienen a la Cruz del Sur para localizar el polo Sur. En el norte tenemos, también otra cruz, la Cruz del Norte. Que es la que forma la estrella Deneb (la cola) con las alas del cisne, creo que se ve en la foto. Bien cruz o bien Cisne -no se ve el largo cuyo- esta cenital constelación junto con la de Águila con Altair y Lira con Vega, irán retirándose según pasa el verano y parte del otoño.
Viene ya la berrea y dentro de poco la caída de la hoja,